Cuenta la leyenda que un caballero de la alta nobleza, paseaba perdido por unos bosques, cuando empezó una tormenta. Se cobijó debajo de un árbol frondoso y a lo lejos divisó un templo medio en ruinas donde pudo observar como un gato blanco medio acostado en la entrada del templo lo llamaba con la patita.
El noble caballero, debido a los gestos tan armoniosos del gato, fue acercándose hacia él. Cuando ya estaba llegando a la entrada del templo un gran rayo cayó justo en el árbol que lo estuvo cobijando hasta que vió al gato.
Debido a que gracias a la llamada de atención que el gato (o neko) hizo sobre el caballero, éste le agradeció que le salvara la vida arreglando el templo medio en ruinas y abrió caminos para que los mercaderes pasaran por delante de él.
Manekineko, traducción literal el japonés, el saludo del gato.
Gracias al gato, el monasterio volvió a resurgir y sus monjes pudieron seguir con su gran labor y el caballero su vida salvó.
Es por ello que en Japón no falta este gato en ninguna de las casas y negocios.